Todo había cambiado.
Después de casi dos años, dos penosos y largos años, al fin
estaba de vuelta. Aún recordaba claramente minuto a minuto todo lo que sucedió
aquella noche: la traición de los ventrue, la muerte de Ragnos y, sobre todo,
el largo día siguiente. El día en el que estuve a punto de morir… por segunda
vez.
Morir definitivamente.
Y todo había cambiado. No sabía nada de lo que había
ocurrido durante todo ese tiempo en la ciudad que me vio nacer y lo que era más
triste: no había podido despedirme de Nekoríe.
Nekoríe…
¿Qué habría sido de ella? ¿Cómo se habría tomado mi partida
sin decirle nada? ¿Estaría cabreada conmigo?
Todas y cada una de esas preguntas tenían con toda seguridad
una respuesta amarga y no sabía si quería conocerlas. No estaba preparado, pero
era consciente que era cuestión de tiempo el saberlas.
Y allí me encontraba en ese momento, recién despertado del
inquietante letargo, antaño placentero y renovador pero que ahora era una
pesadilla. Si, lo reconocía, mi guarida hoy día era una apestosa y putrefacta
alcantarilla a las afueras de la ciudad. De hecho era un antiguo pozo negro de
un pueblo cercano que había “habilitado” por decirlo de alguna manera. Si bien
era cierto que sus paredes ya no estaban inundadas de heces y orines no se
podía decir lo mismo del olor. Su pestilencia solo podía ser comparada con el
olor a chucho mojado.
Anhelaba mi mansión. Despojada seguramente de todos los
objetos de valor, ahora sería un agujero de yonkis y borrachos en el mejor de
los casos. En el peor de ellos estarían los Ventrue o los malditos Brujos,
Tremere o como diablos quisiesen llamarse.
¿Qué hacían los Brujos en Barcelona?
Me enteré al poco de salir huyendo…
Estaba claro que un clan tan refinado como los Sangre Azul
no podían enfrentarse en un ataque frontal contra mí. Eran muy pocos y la gran
mayoría eran unas cuantas generaciones por debajo mía. Claro, los podrían
mandar como carne de cañón, pero daba por sentado que no habría una matanza.
Los Ventrue no eran así. Demasiado… “protectores” con los suyos aunque yo
supiese que les importaban una mierda.
Lo que sí que no me esperaba y fue el desencadenante de mi
desaparición fue el trágico final de Ragnos, que ahora no merecía la pena
recordar. Aprovecharon ese momento de debilidad para pedir ayuda a un par de
Tremere de alguna ciudad cercana (aún no he adivinado cual) con los cuales
tenían deudas pendientes. Ellos fueron capaces de inutilizar gran parte de mis
subterfugios. Obviamente actuaron al amparo de la oscuridad, por lo que estaba
presente en el momento de sus actos y me dí cuenta que estaba perdido. No dudé
al escapar por el túnel del sótano que tenía para tal fin y que nunca creí que
llegaría a usar: sin Ragnos de día para vigilar y con mi sistema de defensa
desmantelado no tenía otra opción.
Lo que les ocurrió a la pareja Tremere esa misma noche…
bueno, digamos que sació un poco mis ansias de venganza.
Ahora el problema es otro. Aún no he salido del pozo esta
noche y ya huelo, a duras penas, el aroma dejado por la familia Ventrue.
Están cada vez mas cerca… maldita sea…