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lunes, 24 de diciembre de 2012

EL REGRESO


Todo había cambiado.

 

Después de casi dos años, dos penosos y largos años, al fin estaba de vuelta. Aún recordaba claramente minuto a minuto todo lo que sucedió aquella noche: la traición de los ventrue, la muerte de Ragnos y, sobre todo, el largo día siguiente. El día en el que estuve a punto de morir… por segunda vez.

 

Morir definitivamente.

 

Y todo había cambiado. No sabía nada de lo que había ocurrido durante todo ese tiempo en la ciudad que me vio nacer y lo que era más triste: no había podido despedirme de Nekoríe.

 

Nekoríe…

 

¿Qué habría sido de ella? ¿Cómo se habría tomado mi partida sin decirle nada? ¿Estaría cabreada conmigo?

 

Todas y cada una de esas preguntas tenían con toda seguridad una respuesta amarga y no sabía si quería conocerlas. No estaba preparado, pero era consciente que era cuestión de tiempo el saberlas.

 

Y allí me encontraba en ese momento, recién despertado del inquietante letargo, antaño placentero y renovador pero que ahora era una pesadilla. Si, lo reconocía, mi guarida hoy día era una apestosa y putrefacta alcantarilla a las afueras de la ciudad. De hecho era un antiguo pozo negro de un pueblo cercano que había “habilitado” por decirlo de alguna manera. Si bien era cierto que sus paredes ya no estaban inundadas de heces y orines no se podía decir lo mismo del olor. Su pestilencia solo podía ser comparada con el olor a chucho mojado.

 

Anhelaba mi mansión. Despojada seguramente de todos los objetos de valor, ahora sería un agujero de yonkis y borrachos en el mejor de los casos. En el peor de ellos estarían los Ventrue o los malditos Brujos, Tremere o como diablos quisiesen llamarse.

 

¿Qué hacían los Brujos en Barcelona?

 

Me enteré al poco de salir huyendo…

 

Estaba claro que un clan tan refinado como los Sangre Azul no podían enfrentarse en un ataque frontal contra mí. Eran muy pocos y la gran mayoría eran unas cuantas generaciones por debajo mía. Claro, los podrían mandar como carne de cañón, pero daba por sentado que no habría una matanza. Los Ventrue no eran así. Demasiado… “protectores” con los suyos aunque yo supiese que les importaban una mierda.

 

Lo que sí que no me esperaba y fue el desencadenante de mi desaparición fue el trágico final de Ragnos, que ahora no merecía la pena recordar. Aprovecharon ese momento de debilidad para pedir ayuda a un par de Tremere de alguna ciudad cercana (aún no he adivinado cual) con los cuales tenían deudas pendientes. Ellos fueron capaces de inutilizar gran parte de mis subterfugios. Obviamente actuaron al amparo de la oscuridad, por lo que estaba presente en el momento de sus actos y me dí cuenta que estaba perdido. No dudé al escapar por el túnel del sótano que tenía para tal fin y que nunca creí que llegaría a usar: sin Ragnos de día para vigilar y con mi sistema de defensa desmantelado no tenía otra opción.

 

Lo que les ocurrió a la pareja Tremere esa misma noche… bueno, digamos que sació un poco mis ansias de venganza.

 

Ahora el problema es otro. Aún no he salido del pozo esta noche y ya huelo, a duras penas, el aroma dejado por la familia Ventrue.

 

Están cada vez mas cerca… maldita sea…  

2 comentarios:

  1. Y... me dejas así? Ya habia olvidado lo euforica que me dejaban tus relatos al terminar... Esto no se hace!
    Sencillamente, perfecto, Hyvern ;)

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    1. Ais... hay que darle esos toques de misterio al final no? Aun me queda desvelar el final de Ragnos, lo que les ocurrio a los dos brujos y la continuacion de la historia ;) me encanta tener cosas de esas pendientes jajaja ^^.

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