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martes, 19 de noviembre de 2013

La espera (Lucas)


Ya le dolían las piernas por permanecer en la misma postura casi media hora. De hecho, sentía el típico cosquilleo en el pie izquierdo que solía anunciar la falta de riego sanguíneo y por consiguiente el adormecimiento del mismo.

Y el maldito italiano seguía sin moverse.

El soldado llevaba el mismo tiempo inmovil que Hugo (¿?) apoltronado entre ese amasijo de hierro y cemento que, para alegrar el tema, olía a inmundicia. Como todo ese jodido pais.

 

Hugo iba de camino a lo que él llamaba la “zona segura” cuando se vio sorprendido por un cuartel improvisado. Abundaban mucho aquellos días turbulentos donde pasear tranquilamente por la ciudad era todo un lujo impensable. Aquel tiempo de diversión con los amigos había quedado muy atrás pese a que solo habían pasado 5 días.

 

La postura ya empezaba a resultar horrorosamente molesta hasta el punto de pensar en correr el riesgo de moverse ligeramente para aliviar el peso de su cuerpo sobre las piernas. Pero no. Ese tipo era un soldado pero también persona. En cualquier momento tendrían que hacerle el relevo. Momento que aprovecharía para retirarse a la esquina por la que había venido, tan solo a dos metros mal contados.

 

Pero el momento seguía sin llegar…